Las universidades surgieron en Europa medieval entre el siglo X y
XIII y desde allí, la trajeron los españoles a Perú. Por ejemplo la
Universidad o “Universita” de Bolonia se creó por iniciativa del monje y
profesor de gramática Irnerio, en el año 1088, Universidad o “Colegio de
Sorbona” de París en el año 1150; Oxford en el año 1167 y Cambridge en 1209 en
Inglaterra. La Universidad de Salamanca en 1220. El marco histórico de este
surgimiento, fueron las conquistas de las libertades económicas, políticas,
sociales y culturales, logradas por los gremios de comerciantes y artesanos.
Las universidades o “universitatis” en latín, surgen como un todo, como una
corporación o gremio, que reunía a maestros y estudiantes de una misma ciudad.
Organizados, iniciaron la lucha por conquistar la autonomía de los poderes
eclesiásticos y laicos y contra otras corporaciones universitarias.
Como era lógico en este
tiempo, la iglesia, sus clérigos y obispos, dirigían y fundaban las escuelas y
no estaban dispuestos a perder su autoridad magisterial ni mucho menos ceder
este monopolio a los maestros de la universidad. Por su parte, los reyes tenían
interés de apoderarse de estas corporaciones que aportan riqueza, prestigio al
reino y constituían el semillero de los funcionarios reales. Al ir aumentando
la centralización monárquica, pretendían ejercer su autoridad sobre la
universidad como sobre el resto de sus súbditos. Los monarcas, inician la lucha
contra el poder de los gremios económicos y de las comunidades políticas. La
naciente universidad tuvo que luchar contra los intereses políticos y
religiosos en la Europa medieval, logrando conseguir los siguientes principios:
la autonomía, el derecho a huelga y el monopolio de los grados universitarios.
La universidad medieval
surgió con cuatro Facultades: Arte (que duraba seis años y estudiaban desde los
14 a los 20 años de edad), Derecho, Medicina (duraba seis años, desde los 20
hasta los 26 años aproximadamente) y Teología (duraba ocho años). Derecho,
Teología y Medicina eran las facultades mayores, mientras que Filosofía y Arte
eran facultades menores. La edad mínima para obtener el título era de 35 años.
La universidad otorgaba título de Bachiller
o “Baccalaureum”, Licenciado o con licencia de enseñar, Magister o Maestro y Doctor. Cada facultad estaba
dirigida por los maestros titulares o regentes, al frente de los cueles se
hallaba un Decano. Posteriormente, surge la figura del Rector. La enseñanza
consistía en realizar la lectura y el cuestionamiento de textos clásicos de
acuerdo a lo especificado por cada facultad. No se realizaba exámenes sino en
el momento de obtener el título.
El candidato era presentado
por un profesor, juraba que había asistido a los cursos y que no sobornaría a
los profesores. El día del examen, se le señalaba el tema para que lo preparase
por la mañana y lo comentara por la tarde en un lugar público, ante un jurado
de maestros y doctores, estos deliberaban y votaban en privado sobre el
resultado. Aprobado el examen, el estudiante pasaba a ser Licenciado o con
licencia para enseñar, pero no ejercía a plenitud el profesorado
sino hasta ser Maestro o Doctor, previa defensa de un tema en público. Al
Maestro o Doctor, se le entregaba las insignias de su función que eran: una
cátedra, un libro abierto, un anillo de oro, un birrete y una toga. Después de
los exámenes, se acompañaban obsequios, festejos y banquetes en honor del
recién graduado. Los estudiantes de cada región realizaban danzas y juegos
tradicionales. El nuevo intelectual tenía ahora sus instrumentos propios del
oficio. Los profesores y en grado proporcional los estudiantes, poseían
libros, un pupitre, una lámpara de noche con sebo, plomada y regla, un
pizarrón, tiza, un raspador para preparar pergamino, pluma, tinta, etc. La
enseñanza durante la Alta Edad Media, era fundamentalmente oral.
Los profesores escribían las
lecciones y los estudiantes tomaban notas de las clases o relaciones. Los
métodos de enseñanza en la universidad medieval, se basaban en la utilización
de las siguientes técnicas: la lectio
o lección, la quaestión
o cuestión y la disputatio
o disputa. Esta última, representaba la cúspide de
la pedagogía medieval, ya que exigía a estudiantes y profesores, estar al tanto
de los problemas cotidianos (regionales, nacionales e internacionales),
manteniendo así a la universidad en contacto permanente con la vida. La
lección o lectio, se iniciaba con la lectura de textos antiguos. Con ella se
transmitía y adquiría conocimientos de la ciencia realizado por otros. En la
Edad Media, la escolástica (schola o escuela) institucionalizó este tipo de
trabajo intelectual. Todos los universitarios, iniciaban sus estudios
encausados por este método. La cuestión, era la fase en que entra en juego los
instrumentos racionales de la lógica y de la dialéctica, para tratar las
cuestiones. Todas las verdades se ponen en cuestión, se problematiza se duda de
todo. El universitario, de esta manera iniciaba la investigación y creación, no
aceptaba pasivamente las cosas que lee, sino que analiza críticamente doctrinas
y acontecimientos en busca de la verdad.
La calidad del profesor no se
valora por los argumentos de autoridad, sino por las comprobaciones racionales
de que disponía, por la claridad científica y la solución de las cuestiones. La
disputa, era el torneo de los intelectuales. Consistía en la discusión de un
problema, que se ventilaba públicamente al estilo escolástico: ante maestros,
bachilleres, estudiantes y ante todo público. Constaba de dos partes: Una por
la mañana y otra por la tarde. El maestro publicaba con anticipación el tema
que se va a debatir y la fecha. Llegado el día anunciado, se suspendía todas
las lecciones de la mañana, para que todos maestros y estudiantes puedan
asistir. Los clérigos y personalidades de la ciudad, también asistían si el
tema era interesante y el maestro famoso. Un Bachiller, a quien previamente
adoctrinaba el maestro, era quien hablaba y planteaba el problema. El maestro
sólo intervenía cuando el bachiller se enredaba. Los asistentes, también
intervenían, el bachiller respondía y contrareplicaba defendiendo la posición
de su maestro.
Este ejercicio disputativo
ocupaba prácticamente toda la mañana. Era la parte más animada y motivadora. La
segunda sesión, recibía el nombre de determinación magistral. El maestro
ordenaba en sucesión lógica las objeciones presentadas contra su doctrina.
Seguidamente, establecía argumentos a favor de la doctrina que va a defender y,
en tercer lugar, exponía su pensamiento sobre la cuestión debatida. Finalmente,
respondía las objeciones presentadas contra sus tesis.
La exposición del maestro se
llamaba “determinación” o formulación con autoridad de una doctrina. Determinar
o definir era un derecho reconocido a los maestros y del que carecían los
bachilleres. Era la verdadera búsqueda comunitaria de la verdad y el momento
para tratar los más variados temas, desde la especulación metafísica hasta los
más pequeños problemas de la vida diaria, pública y privada. El interés de esta disputa se hallaba más en la amplitud de los temas que en
la profundidad de su tratamiento. Lo interesante era la actualidad de las
cuestiones y de las respuestas, la vivacidad de los choques ideológicos, las
reacciones de los maestros y de los oyentes.
BIBLIOGRAFÍA.
TORREJÓN MORI, Pedro Emilio
(2014). Realidad Nacional: El Perú visto desde la Amazonía, tomo2, Iquitos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario