lunes, 1 de junio de 2015

El Surgimiento de la Universidad en Perú.

Las universidades surgieron en Europa medieval entre el siglo X y XIII y desde allí, la traje­ron los españoles a Perú. Por ejemplo la Universidad o “Universita” de Bolonia se creó por iniciativa del monje y profesor de gramática Irnerio, en el año 1088, Universidad o “Co­legio de Sorbona” de París en el año 1150; Oxford en el año 1167 y Cambridge en 1209 en Inglaterra. La Universidad de Salamanca en 1220. El marco histórico de este surgi­miento, fueron las conquistas de las libertades económicas, políticas, sociales y cultu­rales, logradas por los gremios de comerciantes y artesanos. Las universidades o “uni­versitatis” en latín, surgen como un todo, como una corporación o gremio, que reunía a maestros y estudiantes de una misma ciudad. Organizados, iniciaron la lucha por conquistar la autonomía de los poderes eclesiásticos y laicos y contra otras corporaciones universitarias.
Como era lógico en este tiempo, la iglesia, sus clérigos y obispos, dirigían y fundaban las es­cuelas y no estaban dispuestos a perder su autoridad magisterial ni mucho menos ceder este monopolio a los maestros de la universidad. Por su parte, los reyes tenían interés de apode­rarse de estas corporaciones que aportan riqueza, prestigio al reino y constituían el semillero de los funcionarios reales. Al ir aumentando la centralización monárquica, pretendían ejercer su autoridad sobre la universidad como sobre el resto de sus súbditos. Los monarcas, inician la lucha contra el poder de los gremios económicos y de las comunidades políticas. La naciente universidad tuvo que luchar contra los intereses políticos y religiosos en la Europa medieval, logrando conseguir los siguientes principios: la autonomía, el derecho a huelga y el monopolio de los grados universitarios.

La universidad medieval surgió con cuatro Facultades: Arte (que duraba seis años y estudiaban desde los 14 a los 20 años de edad), Derecho, Medicina (dura­ba seis años, desde los 20 hasta los 26 años aproximadamente) y Teología (duraba ocho años). Derecho, Teología y Medicina eran las facultades mayores, mientras que Filosofía y Arte eran facultades menores. La edad mínima para obtener el título era de 35 años. La universidad otorgaba título de Bachiller o “Baccalaureum”, Licenciado o con licencia de enseñar, Magister o Maestro y Doctor. Cada facultad estaba dirigida por los maestros titulares o regentes, al frente de los cueles se hallaba un Decano. Posteriormente, surge la figura del Rector. La enseñanza consistía en realizar la lectura y el cuestionamiento de tex­tos clásicos de acuerdo a lo especificado por cada facultad. No se realizaba exámenes sino en el momento de obtener el título.

El candidato era presentado por un profesor, juraba que había asistido a los cursos y que no sobornaría a los profesores. El día del examen, se le señalaba el tema para que lo preparase por la mañana y lo comentara por la tarde en un lugar público, ante un jurado de maestros y doctores, estos deliberaban y votaban en pri­vado sobre el resultado. Aprobado el examen, el estudiante pasaba a ser Licenciado o con licencia para enseñar, pero no ejercía a plenitud el profesorado sino hasta ser Maestro o Doctor, previa defensa de un tema en público. Al Maestro o Doctor, se le entregaba las insignias de su función que eran: una cátedra, un libro abierto, un anillo de oro, un birrete y una toga. Después de los exáme­nes, se acompañaban obsequios, festejos y banquetes en honor del recién graduado. Los estudiantes de cada región realizaban danzas y juegos tradi­cionales. El nuevo intelectual tenía ahora sus instrumentos propios del ofi­cio. Los profesores y en grado proporcional los estudiantes, poseían libros, un pupitre, una lámpara de noche con sebo, plomada y regla, un pizarrón, tiza, un raspador para preparar pergamino, pluma, tinta, etc. La enseñanza durante la Alta Edad Media, era fundamentalmente oral.

Los profesores es­cribían las lecciones y los estudiantes tomaban notas de las clases o relaciones. Los métodos de enseñanza en la universidad medieval, se basaban en la utilización de las siguientes técnicas: la lectio o lección, la quaestión o cuestión y la disputatio o disputa. Esta última, representaba la cúspide de la pedagogía medieval, ya que exigía a estudiantes y profesores, estar al tanto de los problemas cotidianos (regionales, nacionales e internacionales), manteniendo así a la universi­dad en contacto permanente con la vida. La lección o lectio, se iniciaba con la lectura de textos antiguos. Con ella se transmitía y adquiría conocimientos de la ciencia realizado por otros. En la Edad Media, la escolástica (schola o escuela) institucionalizó este tipo de trabajo intelectual. Todos los universitarios, iniciaban sus estudios encausados por este método. La cuestión, era la fase en que entra en juego los instrumentos racionales de la lógica y de la dialéctica, para tratar las cuestiones. Todas las verdades se ponen en cuestión, se problematiza se duda de todo. El universitario, de esta manera iniciaba la investigación y creación, no aceptaba pasivamente las cosas que lee, sino que analiza críticamente doctrinas y acontecimientos en busca de la verdad.

La calidad del profesor no se valora por los argumentos de autoridad, sino por las comprobacio­nes racionales de que disponía, por la claridad científica y la solución de las cuestiones. La dispu­ta, era el torneo de los intelectuales. Consistía en la discusión de un problema, que se ventilaba públicamente al estilo escolástico: ante maestros, bachilleres, estudiantes y ante todo público. Constaba de dos partes: Una por la mañana y otra por la tarde. El maestro publicaba con anti­cipación el tema que se va a debatir y la fecha. Llegado el día anunciado, se suspendía todas las lecciones de la mañana, para que todos maestros y estudiantes puedan asistir. Los clérigos y personalidades de la ciudad, también asistían si el tema era interesante y el maestro famo­so. Un Bachiller, a quien previamente adoctrinaba el maestro, era quien hablaba y plantea­ba el problema. El maestro sólo intervenía cuando el bachiller se enredaba. Los asistentes, también intervenían, el bachiller respondía y contrareplicaba defendiendo la posición de su maestro.

Este ejercicio disputativo ocupaba prácticamente toda la mañana. Era la parte más animada y motivadora. La segunda sesión, recibía el nombre de determinación magis­tral. El maestro ordenaba en sucesión lógica las objeciones presentadas contra su doctrina. Seguidamente, establecía argumentos a favor de la doctrina que va a defender y, en tercer lugar, exponía su pensamiento sobre la cuestión debatida. Finalmente, respondía las obje­ciones presentadas contra sus tesis.

La exposición del maestro se llamaba “determinación” o formulación con autoridad de una doctrina. Determinar o definir era un derecho recono­cido a los maestros y del que carecían los bachilleres. Era la verdadera búsqueda comuni­taria de la verdad y el momento para tratar los más variados temas, desde la especulación metafísica hasta los más pequeños problemas de la vida diaria, pública y privada. El interés de esta disputa se hallaba más en la amplitud de los temas que en la profundidad de su tratamiento. Lo interesante era la actualidad de las cuestiones y de las respuestas, la vivacidad de los choques ideológicos, las reacciones de los maestros y de los oyentes.

BIBLIOGRAFÍA.
TORREJÓN MORI, Pedro Emilio (2014). Realidad Nacional: El Perú visto desde la Amazonía, tomo2, Iquitos.

No hay comentarios: