Muchos ejecutivos dan diatribas y tienen altos niveles de exigencia con respecto a temas de ética y disciplina con sus colaboradores. Sin embargo, en mi camino he encontrado algunos casos que demuestran poca consecuencia entre el discurso y la acción.
Comento a continuación tres casos para sus opiniones y comentarios.
Caso 1
El Gerente y la secretaria
En una ocasión atendí al gerente general de una empresa textil muy grande, exportadora de las mejores marcas de confecciones del mundo. El ejecutivo, a quien llamaré Carlos, se mostró como un caballero conmigo, lleno de atenciones y buenos modales. Trabajar con él era extraordinario; tomaba decisiones rápidamente, era agudo en sus comentarios, amable y siempre sonriente.
Pero un día saltó la liebre. Entré a su oficina después que uno de sus asistentes me hizo pasar, pero aparentemente él no estaba al tanto. Llamó a su asistente y delante de mí le llamó la atención a gritos y con lisuras. Me quedé de una pieza, no podía reconocer al mismo Carlos con quien yo siempre había tratado; menos aún cuando la asistente le dijo en tono calmado "Señor, por favor mantenga las formas y no me falte el respeto". Lo que escuché a continuación me dejó aún más absorta. El ejecutivo le gritó: "Yo te digo lo que me da la gana y te recuerdo que tu familia y tú me deben cada plato de comida que se llevan a la boca". Naturalmente la asistente se echó a llorar y salió sumamente avergonzada de la oficina.
Caso 2
El ministro de Educación
Una mañana cuando me dirigí a mi centro de trabajo encontré el tráfico interrumpido en una calle de Surco. Un grupo de policías cerraba el tráfico mientras un despliegue de escoltas flanqueaba el paso nada menos que del ministro de Educación. Hasta ahí todo podría parecer normal, excepto por un importante detalle: tanto la escolta policial como el ministro de Educación estaban yendo completamente contra el tráfico.
En un país donde se respetan poco las reglas, las autoridades, tanto en las empresas como en el ámbito público, deben predicar con el ejemplo y no protagonizar atropellos ni abusos de poder.
Caso 3
Doña Bárbara
La falta de respeto de los supuestos líderes a sus subordinados parece haber llegado también al deporte en nuestro país. Si yo fuera madre de alguna de las jóvenes representantes del vóley nacional, retiraría como acto de protesta a mi hija del equipo. Quien debería ser una guía formadora y mentora de estas símiles de practicantes en lo que sería una empresa privada, las está tratando con la más absoluta falta de respeto y vulgaridad, inaceptables en una relación de jefe - subordinado.
Hemos escuchado con toda claridad por televisión una forma de dirigirse a nuestras jóvenes aprendices, que sin puritarismos ha sorprendido, estoy segura, a muchos. ¿Cuándo hemos visto públicamente este tipo de insultos y maltratos, como si fuera gracia en una relación jefe - subalterno, en la que el más débil no tiene posibilidad de exigir se le respete? ¿No creen que es irresponsable desde el punto de vista de un verdadero coach o mentor? ¿Qué opinan de aquel comentarista deportivo que aplaude y celebra por televisión la actuación de la "jefa del equipo", que como jefe deja mucho que desear y tiene mucho por aprender?
Sus sugerencias sobre qué hacer en estos tres casos, que parecen muy distintos entre sí, pero que enfocan una realidad común, nos ayudarán a todos a aprender. Muchas gracias por participar.
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